Hoy me ha observado un niño. Y digo observar en vez de mirar. Me he sentido expuesta, y he tenido miedo.
Nunca antes alguien me había mirado tan intensamente. Tan a los ojos. Creo que ha leído tres de mis cuatro eternidades. La primera es mejor olvidarla.
Ha jugado conmigo. Y ha sido abrumador. Ha conseguido hacer feliz a mi Júpiter triste.
Se ha sentido tan deslumbrante que parecía que La Luna estaba jugando con nosotros.
Mirar a los ojos es algo demasiado íntimo, algo difícil de absorber, y complicado de mantener.
Yo solía hacerlo, hasta que me cansé de respirar mentes. Todo el mundo merece su privacidad.
Me he dado cuenta de que yo también quiero comer dinosaurios. Más que nada por sentirme alguien. Me comí mi propia evolución. Digo, suena a una hazaña importante. Algo que contar en un futuro. Tras cien infinitos.
Sigo siendo difícil de digerir, el niño apenas me observaba cinco segundos seguidos. Me sentía en agujeros negros.
No sé si yo absorbí a alguien cuando no sabía lo que era el mundo. Se tuvo que sentir bien. Estratosférico creo que lo define.
18 de mayo de 2016